La última aventura de Mortadelo y Filemón

PARÍS 2024 – Francisco Ibáñez

Francisco Ibáñez nos dejó el año pasado, pero tenía entre manos una sorpresa para sus lectores. Como era típico en él, estuvo trabajando hasta el último minuto en la nueva historia de sus personajes más célebres. Ahora, esta obra póstuma nos permite acceder a un lugar fascinante: la mente creativa del padre de Mortadelo y Filemón. Y bla, bla, bla…

 

«Sí, un tipo calvo, con gafas, y otro con dos pelos»

Los agentes de la T.I.A han vivido aventuras descacharrantes a lo largo de 66 años. Varias generaciones han aprendido a leer con ellos. Y si no fueron tu primera lectura, es posible que te descubriesen frases y palabrejas como «animal de bellota», «pelillos a la mar», «empinar el codo» o «¡quite, jefe, quite!».

Por sus viñetas han desfilado cacos recalcitrantes, trapisondistas sin escrúpulos, inventores que la lían parda, personajillos del mundo real (con un abanico amplio de políticos), cacharros majaretas y secundarios con muy malas pulgas. (Y también, siempre de fondo, infinidad de gatos anónimos).

Ibáñez era un manitas para el gag encadenado, el ritmo endemoniado, la expresividad, los diálogos chispeantes y la capacidad infinita para asignar apodos y apellidos, desde el agente Bestiájez al profesor Bacterio, pasando por Wo-ti-jo el canijo.

En el universo mortadelista-filemonero se han dado porrazos de espanto, robos con escalo, safaris callejeros, persecuciones de aúpa, elecciones generales, invasiones alienígenas y, por supuesto, olimpiadas.

 

«O limpiada con bayeta, o limpiada con estropajo…»

Los lectores más veteranos puede que recuerden aquel accidentado viaje a Gatolandia, donde se celebraban las Olimpiadas de 1976. Mortadelo se desplazó hasta allí como portador de la antorcha (sin derecho a dormitorio), y el objetivo de los agentes era evitar la amenaza de un sabotaje.

Desde entonces (y pesar de unos resultados catastróficos), la pareja ha estado presente en todo tipo de competiciones y mundiales de fútbol (y eso que Ibáñez decía que, a él, eso del balompié, ni fu ni fa).

Esta vez, unos malos de nueva generación pretenden cargarse los Juegos Olímpicos de 2024. ¿Quién puede hacer frente a la amenaza? Por supuesto, se trata de un reto hecho a medida para los dos agentes más merluzos de la historia del cómic español.

En esta ocasión, lo de menos es saber cuántas veces meterán la pata, cuál será el disfraz más disparatado de Mortadelo, dónde se ocultará la condenada entrada secreta al cuartel general o quién recibirá el próximo mamporro en todo el colodrillo (para reaparecer, milagrosamente recuperado, unas viñetas más tarde).

Esta historia no solo es especial por ser la última misión de Mortadelo y Filemón, sino porque nos permite acceder al proceso creativo de Francisco Ibáñez.

 

Una despedida emotiva para los agentes de la T.I.A.

París 2024 es un documento revelador. Aquí están las viñetas a lápiz, tal y como las dejó Ibáñez en su mesa de trabajo. No llegó a hacer la portada ni se entintaron ni colorearon las páginas.

Sin embargo, ahí reside la magia de esta obra: los dibujos aparecen perfectamente delineados, los gags están hilados y los diálogos y onomatopeyas han quedado escritos a máquina. Así lo hizo siempre Ibáñez, que nunca llegó a usar el dichoso ordenador.

La historia quedó inacabada, aunque siempre podemos imaginar esa última viñeta en la que, por ejemplo, un Súper enfurecido y armado busca a los protagonistas de la historia, mientras estos se ocultan en un iglú. O en el fondo del mar. O en un asteroide. O en…

Es imposible no emocionarse al llegar a la página que Ibáñez no llegó a completar. Las figuras se desvanecen, quedan unas líneas suspendidas en el aire y, después, vienen unos espacios en blanco.

Nunca sabremos cómo iba a seguir la historia, pero tenemos el privilegio de habernos colado en el despacho de un genio para echar un vistazo a su mesa de dibujo. ¿Cómo? ¿Que ya se ha publicado París 2024? ¡Rayos! ¡Mil rayos! ¡Corra, jefe, corra!