¿Original o copia? Si falsificas obras de arte, asegúrate de ser el mejor

Oswald. El falsificador es la historia del protagonista de una de las mayores tramas delictivas de la historia del arte. Se relacionó con Madonna, Luis Miguel, Ricky Martin y Al Pacino, y aprendió a pintar copiando a los maestros. Dirigida por Kike Maíllo, recibió una nominación a Mejor Película Documental en los Goya 2023.

 

Rodado en Estados Unidos, Italia y España, el documental cuenta la historia de un artista catalán, Oswald Aulèstia, que estuvo en el centro de una investigación del FBI, en colaboración con los Mossos d’Escuadra y los Carabinieri. La justicia estadounidense señalaba a Aulèstia como responsable de una trama sin precedentes dedicada a la falsificación de obras de arte. Oswald. El falsificador es ya el documental más visto en Filmin.

La vida de este personaje parece extraída de una novela, llena de trapicheos y embustes, donde nada es lo que parece. Es un relato que nos obliga a replantearnos conceptos que creíamos tener muy claros: auténtico y falso, copia y original, arte y negocio, verdad y leyenda. Como afirma el personaje, «las verdades de hoy se convierten en mentiras mañana».

Se cree que Oswald llegó a estafar miles de millones de euros. En el momento del rodaje del documental es un hombre de 76 años que expone sus propios cuadros dentro de la legalidad. Se podría resumir esta historia con una contradicción: como artista, su talento es original, pero tiene un reconocimiento nulo; pero como embaucador es, tal vez, el mejor en lo suyo. Y gracias a esta faceta llegó a amasar una fortuna.

El discurso de Oswald sorprende incluso a quienes conocen las líneas generales de su historia. Por mucho que el concepto de «falsificador» aporte un peso negativo al personaje (y prevenga al espectador de creer al cien por cien lo que nos está contando), sabemos que estamos ante una historia que tiene consecuencias que nadie nos había señalado hasta ahora. ¿Es oro todo lo que reluce en el mercado del arte? Pensemos por un momento en esta afirmación: «Todo lo que vale dinero se falsifica».

Para ser un falsificador hay que tener sangre fría, pero a lo mejor también hace falta ser un artista. Aunque sea para hacer el mal: «Si no te denunciaban, el cuadro seguía valiendo millones; si te denunciaban, no valía nada».